Últimamente encontramos el concepto Benchmarking como si fuera la panacea de los negocios, el problema viene cuando leemos las informaciones en diagonal y nos olvidamos del concepto más o menos preciso por el que se acuñó en su momento.
El concepto de comparación y aprendizaje de lo que puedes encontrar en el mercado se está usando desde hace ya mucho tiempo, pero me temo que al no comprenderse este concepto (como otros muchos en desarrollo de las comunicaciones) pasa a generar un problema para las marcas.
Son continuas las demandas y denuncias públicas por plagio, casi cualquier persona que aparece repentinamente en el mercado se cree capaz de duplicar un contenido sin miedo a ser descubierto, mientras tanto va disfrutando de la «gloria» del trabajo de otro, y cuando se ve descubierto acostumbra a intentar escurrir el bulto y esperar a que pase la tormenta.
Definición según Wikipedia:
El benchmarking implica aprender de lo que está haciendo el otro y entonces adaptar sus propias prácticas según lo aprendido, realizando los cambios necesarios, no se trata solamente de copiar una buena práctica, sino que debe de efectuarse una adaptación a las circunstancias y características propias.
En marketing, sobre todo si empezamos un proyecto en un sector que no dominamos, lo primero que hacemos es buscar a la competencia exitosa que realice un servicio (o comercialice el producto) y vemos los puntos fuertes. Obviamente antes de incluso de realizar el DAFO de nuestro cliente solemos realizarlo de la competencia y el mercado. Podemos observar la modernidad líquida y seguramente avanzaremos un poco más en el concepto.
Estoy seguro que resulta muy tentador el plagio o copia de los contenidos, aunque en la actualidad se llega a denunciar el plagio de la idea o concepto sin llegar a tenerlo registrado de ninguna manera. Debemos animarnos a hacer benchmarking siempre que podamos, ya que probablemente sea un buen punto de salida si llegamos a saber analizar el mercado. Pero de ahí a la copia dista mucho de lo correcto.
También es comprensible que a fuerza de leer o estudiar el mercado algunos conceptos nos queden grabados en la memoria y que surja de nuestras cabezas de manera automática como si realmente fuera nuestra la idea, pero me temo que una vez diseñada la acción debemos re-investigar para comprobar la originalidad.
También es cierto que dados los precios a los que se paga la redacción de contenidos, nos encontremos que redactores sin demasiados escrúpulos que por poder llegar a final de mes, son capaces de no indagar demasiado en lo que entregan a sus clientes.
Aprendamos de casos de éxito, pero no plagiemos. La protección de la propiedad intelectual es tan «fea» como el tráfico con datos de personas, solo que a menudo no nos preocupamos demasiado hasta que nos lo hacen a nosotros mismos.
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