Habrá quien piense que es algo irreverente, quizás hasta una herejía, destrozar un documento histórico ochenta años después.
Diré, en mi descargo, que a los diez años pensaba más en rellenar las hojas vacías siguiendo la línea de la bisabuela Josefa con una idea que, no sabía muy bien por qué, pero me gustaba: Pequeños elementos publicitarios que habían pasado de requerir un trabajo de encolado artesano a llevar incorporado el adhesivo: ¡Pegatinas!
Además seguía habiendo “cromos locos” o “cromos de picar”
Esos pequeñitos que se aún se venden en hojas troqueladas. No sé si ya los niños juegan alguna vez con ellos, poniéndolos boca abajo, dando un golpe y quedándose los que se den la vuelta.
Estos han cambiado poco. Igual que la comunicación en ese soporte que solo ha visto cómo se refinaban los materiales. Publicidad de ayer y de antes de ayer. Y de hoy.
Ya no es necesario imaginar a la bisabuela, con toda su paciencia, haciendo el engrudo y aplicándolo con el pincel. Basta con retirar el papel trasero y colocarlos. Fácil y rápido. Todavía acompañan a algunos dulces en su envase de plástico
Los colores son más vivos. El tacto más suave y liso. Tamaños que varían enormemente, como las mil texturas de los materiales con los que están hechos.
Sirven para publicitar estufas o herramientas o mil cosas más:
Marca, logo, producto en comunión con un diseño que los hace destacar, facilita su identificación y pretende mover a la compra sea al consumidor final o a los prescriptores. Ahora esto se llama “Branding” y no es difícil imaginar qué cara pondría la bisabuela al oírlo. O “Marketing”. Probablemente se acabaría riendo y diciendo que, en realidad, son cosas más viejas que el hilo negro. Que para vender, desde el origen de los tiempos, ha sido necesario comunicar la existencia del producto, destacar sus excelencias, llamar la atención. A gritos en los mercados o con panfletos. Cromos o pegatinas. Anunciarlo a los cuatro vientos.
Ahora, terminando 2.015 y echando la vista atrás ciento catorce años, con una pausa de treinta y cuatro, es inevitable pensar en cómo será la publicidad de mañana. La revolución constante de las nuevas tecnologías aporta inmediatez y facilidad para conseguir millones de impactos en todo el mundo, acerca a las personas y paradójicamente, las separa por pantallas de dispositivos cada vez más sofisticados, funcionales y multitarea.
Quizás acabemos coleccionando cromos virtuales en álbumes cibernéticos. O no.
Que ganitas tenia Patricia de ver esta segunda parte y que bien me lo paso con estos detalles con aroma a pasado….
Me gusta imaginarme a la bisa Josefa riéndose en nuestra cara ¡¡Que branding ni que marketing» pero como se complican estos jóvenes de hoy la vida con estas palabrejas, si esto más viejo que el hilo negro!!
Gracias otra vez, me lo he pasado TETA 😉 un abrazo
Me alegra enormemente que hayas disfrutado con la lectura, Pury. Y que compartamos la imagen de la bisa sonriente. Y la misma visión de marketing. Un abrazo y gracias por comentar