Una sencilla e inolvidable historia de amor y marketing

26 de mayo de 2015

Una sencilla e inolvidable historia de amor y marketing

Una sencilla e inolvidable historia de amor y marketing

Habíamos quedado para desayunar, en el casco antiguo. Hacia un día espléndido y nos apetecía estar al aire libre. Nos encontramos rodeados de varios locales, entre cafeterías, restaurantes, bares con terrazas al aire libre. Instintivamente nos acercamos a una cafetería, tenía menos mesas  que otros locales, pero tenía un toque pintoresco que le hacia marcar la diferencia. Sillas cómodas y muy acogedoras, mesas con manteles limpios que como único estampado contaba con una maceta muy cuca en cada mesa, lo suficientemente pequeña para no molestar y lo suficientemente adecuada para dar ese toque fresco, natural.

Nos sentamos y de repente apareció “ella” con una sonrisa de oreja a oreja, preguntándonos amablemente que íbamos a tomar. Ella tenía  todos los sentidos puestos en nosotros, sujetaba una libreta con gracia y delicadeza. Iba muy bien uniformada, con su cabello recogido y sobretodo con un espíritu contagiador de buena vibra.

Nos ofreció lo mejor que tenía y lo más adecuado para nosotros, sabía hacerlo. Por un momento era nuestra cómplice, quería que estuviéramos estupendamente y lo conseguía segundo a segundo.

Pasamos un rato muy agradable y estaba todo buenísimo a un precio razonable para el buen servicio y calidad servido. No acostumbro a hacerlo en los tiempos que corren, porque el buen servicio brilla por su ausencia, pero le dejé una buena  propina.

Hubo un segundo encuentro para desayunar y no nos apetecía probar sitios nuevos. Queríamos volver a aquel lugar encantador donde nos habían hecho sentir los clientes más especiales del universo y así fue, dicho y hecho.

Esta vez entramos dentro del local, las mesas que tenían en la calle estaban ocupadas. Nos adentramos y observamos  que dentro seguía la misma línea que el exterior, limpio, agradable, pintoresco y caras sonrientes al servicio del cliente.

¡Sorpresa! había otra terraza al final del local, con apenas dos mesas, en un patio interior, muy acogedor. Nos sentamos a ver que tal la experiencia en el mismo local pero diferente lugar y ahí la vimos a “ella” atendiendo a otros clientes, era la camarera simpática que nos cautivó. Esta vez no nos atendió ella, fue otro camarero y para nuestro contento era igual de agradable y nos volvió a sorprender con una propuesta de café “súper especial”, muy bien presentado, en un vaso chulísimo y estaba delicioso. Desayunamos como reyes, como si estuviéramos en el jardín de la casa real.

Al rato apareció un Señor, nos saludó con mucho agrado y preguntó si estaba todo en orden y a nuestro gusto, le dijimos que perfectamente. Se puso a mirar hacia arriba, unas plantas trepadoras decoraban la terraza interior. Comenzó con una agradable conversación sobre sus plantas, sin entrometerse, con cercanía, en la cual al rato pudimos detectar que era el dueño del local, un hombre encantador.

«Un encantador de gente encantadora»

No podía ser de otra forma, ¡era el alma de ése negocio perfecto!, de óptima calidad y a la vez ambiente familiar.

Ahora hablando de marketing se me ocurre una pregunta que hacerte si tienes personal a cargo de tu negocio.

¿Realmente estas instruyendo a tu equipo o personal de la manera adecuada?

¿Estás cuidando de tu negocio como si de un hijo se tratara?

¿Te has preocupado de instruirte tú para dar lo mejor de ti, de tus conocimientos y experiencia a tus nuevos empleados?

Ahí delante de nuestras narices teníamos a un líder, da igual que tu negocio sea una cafetería o una empresa de cientos de trabajadores. Él era un líder a seguir por sus trabajadores, que se había preocupado de convertir en instructores de buenas prácticas a sus empleados, garantizándose lo que él deseaba sentir de sus nuevos empleados y hacer sentir a todos sus clientes. Por supuesto todo ésto se transforma en un negocio próspero y para muestra siempre que puedo vuelvo al mismo lugar donde no importa que mi desayuno cueste unos céntimos más  que en otros lugares. No se trata de barato o caro, sino del valor de las cosas.

Esta historia es real y francamente es un gran aprendizaje para mi que he querido compartir con vosotros.

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